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En tierra de Migueli
El Barcelona juega esta noche en Ceuta, diez años después de su última visita. No será como entonces, cuando exigidos por el escenario, debían solventar el pase a octavos en un sólo encuentro. Ahora todas las eliminatorias tienen comodín. Así, mientras en la ciudad autónoma pegan carteles invitando al partido, los protagonistas de esas imágenes descansan en casa, pasmados ante el televisor, observando a los que algún día serán sus sustitutos y, entre otras cosas, se librarán de jugar partidos como el de hoy. En 2001, Serra Ferrer formó con un híbrido de titulares y suplentes, entre ellos Xavi, el único superviviente de aquél equipo que se impuso por 0 a 3. El centrocampista de Terrassa, aquejado de su lesión, no estará hoy sobre el césped. Una oportunidad menos para aproximarse a un récord de significado eterno, el de jugador que más partidos oficiales ha disputado con la camiseta azulgrana. Le bastan 21 para superar los 553 de Miguel Bernardo Bianquetti, ‘Migueli‘, el ceutí más célebre de la historia barcelonista.
Verano del 73. Rinus Michels es el entrenador del Barcelona, que lleva catorce años sin alzar un título liguero. El equipo de Míster Mármol vuelve a empezar tibio, con dos míseras victorias en ocho jornadas. En la novena, un 28 de octubre, debuta Johann Cruyff, en el Camp Nou, con el Granada de invitado (4-0). El holandés volador marca dos tantos y ese Barça sale despegado hacia el título, conseguido a falta de cinco jornadas, dejando en el camino el imborrable 0-5 del Bernabéu. Prácticamente desapercibido en una temporada de éxitos, Migueli, que había llegado ese verano, sólo disputa 1 partido en todo el campeonato. El joven central, aún sin bigote, se pasa el año en Ceuta, haciendo la mili. Michels le reclama una sola vez, para jugar en la Romareda, dónde aparentemente se presenta sin permiso para jugar. A su vuelta, se pasa dos meses en el calabozo.
En la 74-75, Migueli ya es el noveno jugador más utilizado por el técnico holandés. Juega 42 partidos, trece más que Gallego, al que acaba sustituyendo como emblema de la zaga azulgrana. Cada año que pasa suma protagonismo, un defensa robusto, férreo, que añade a su melena un bigote vigoroso. El argentino Juan Carlos Heredia le pone el sobrenombre de Tarzán. Lo definiríamos como “un defensa de antes”, pero que bien que le vendría ahora a cualquiera. Por el banquillo de Can Barça pasan Joaquim Rifé, Helenio Herrera, Lucien Muller y Udo Lattek. Este último no cuenta demasiado con él, pero tampoco lo haría el club con el entrenador alemán. Llega Menotti, y con El Flaco, un nuevo Migueli. A veces cohibido, quizá porque pensaba que no era su labor, el central se limitaba a marcar a su hombre. Dicen que con el balón en los pies no se pronunciaba, que se le presuponía poca destreza. El técnico argentino tenía un informe que reafirmaba la creencia popular, pero al ver su buena disposición en los entrenamientos, le dijo: “Yo quiero que cuando usted tenga el balón juegue y que cuando tenga que marcar, marque”. En una entrevista reciente, Migueli reconoció que empezó a disfrutar del fútbol cuando Menotti llegó a Barcelona.
Pese a la mejoría técnica, su fama de tipo duro le acompañó durante toda su carrera. Un punto álgido para ganarse esa acreditación lo obtuvo el 16 de mayo de 1979. El Barça disputaba la final de la Recopa de Europa, en Basilea, contra el Fortuna Dusseldorf, hoy equipo de la 2.Bundesliga. Migueli, lesionado, no iba a jugar el partido, pero impuso a Rifé su titularidad. Jugó anestesiado durante los 90 minutos, pero se llegó a la prórroga y la anestesia dejó de surtir efecto. Rifé había agotado los dos cambios y Migueli tuvo que seguir jugando, con la clavícula rota, partícipe de aquél partido inolvidable, el de las galopadas de Carrasco, el penalti de Rexach, su posterior tanto y el definitivo de Hansi Krankl. Después de aquello, aún quedaba una década de Migueli, que suele bromear diciendo que no jugó con Cruyff y Maradona, sino que éstos jugaron con él, que por algo había llegado antes.Con Maradona fue protagonista activo de los incidentes en la final de Copa del 84, la que supuso el punto final de la etapa del Diez en Barcelona. Pasó Schuster, la liga del “Urruti t’estimo”, la final perdida de Sevilla y se fue acercando al fin de su etapa, concluida en 1989, a los 38 años, en la primera temporada del Cruyff entrenador. 32 veces
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